13 de noviembre de 2006

El aurífero sevillano


El aurífero sevillano

Las obras y artistas convocados en la segunda edición de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS) giran en torno al lema de Lo desacogedor. Escenas fantasmas en la sociedad global. El director artístico de esta convocatoria, el nigeriano Okwui Enwezor, ha seleccionado 400 piezas pertenecientes a 91 artistas internacionales.
ÁNGELA MOLINA
BABELIA - 04-11-2006

La experiencia de visitar la II Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla no tiene prácticamente nada que ver con la retórica de sublimidad contemplativa del museo, y menos con el ardor de esos amores provechosos que inspiran dichos eventos, a pesar de que los 400 trabajos de los 91 artistas seleccionados por Okwui Enwezor se han distribuido por los pasillos del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) y en el escenario posindustrial de las Reales Atarazanas. En esta ocasión, la contemplación resulta una actitud demasiado tradicional para el total desamor, aborrecimiento y desapego a que invita la Biacs2.

En su primera visita a Sevilla, Enwezor adelantó su intención de construir un evento individuado, que creara relaciones con los colectivos de la ciudad, además de explorar la conexión entre el norte de África y Europa. No ha sido así. La originalidad de esta bienal, titulada Lo desacogedor, se parece más al fastidio de una gripe en verano, o a una tortícolis justo antes de coger el volante. Nada memorable, nada que insufle vida en la reseca imagen dejada por el desaparecido Harald Szeemann en la edición de 2004. ¿Se merece Sevilla estos guarnicioneros del arte? ¿Deberían los artistas andaluces -suficientemente buenos- sentirse crías de cisne nadando entre los patitos del estanque del parque de María Luisa?

Lo desacogedor. Escenas fantasmas en la sociedad global es un esputo al cielo, una burla incómoda, que le ha costado al erario público 2,5 millones de euros (menos de la mitad es aportación privada). A los que hay que sumar los 100.000 euros que se embolsa Enwezor, que para eso fue el director de la Documenta XI.

Más allá de preocupaciones por la relajación del monedero de la administración y la libertad interior de todo curador, el visitante de esta bienal se interroga acerca de un concepto que pone su acento más severo en la cuestión de "cómo puede el arte desempeñar un papel integral y no sólo periférico con respecto al reto global que afecta tanto a la producción artística como a su recepción, especialmente a la luz de los efectos de las políticas reaccionarias y fundamentalistas en todas las estructuras sociales del mundo de hoy". A lo que Enwezor responde con el argumento heideggeriano de los "espacios-problema", que evidencian los diferentes métodos que "la gobernación global utiliza para diezmar y desgastar las interconexiones personales, redirigir la subjetividad o intensificar ciertas pasiones ligadas a la identidad".

Toda esta elevada retórica, descrita mediante pinturas, fotografías, esculturas, instalaciones y vídeos, resulta absolutamente irónica en el desalentador marco en el que se exhibe, y desazona aún más después de leer, no sin fruición, los ensayos del colectivo californiano Retort (Todo en calma en el frente oriental), Achilles Mbembe (Necropolítica), Terry Smith (Crear peligrosamente, entonces y ahora) y Judith Butler (Detención indefinida), publicados en el catálogo de la bienal, el único manual de supervivencia intelectual que sujeta nuestra atención en este naufragio que nos arrastra hacia lo artificioso y vacuo de la Isla Mágica sevillana.

Ahora bien, interesa tan poco convertir a Enwezor en adalid de las legiones de los Estudios Culturales como justificar su terca propensión a explotar su condición de curador-explorador proveniente del mundo antes colonizado. Más importante es comprobar sobre qué bases se construyen las nuevas identidades y comprender con qué parsimonia e incómoda relación con el capital éstas adquieren autoridad y poder. La vigilancia y autocrítica son esenciales, sin ellas toda resistencia es dogmatismo, todo activismo, asentimiento.

Ejemplos del interés de Enwezor por el arte "local" son los trabajos de Teté Álvarez, Jacobo Castellano, el colectivo El Perro, Miki Leal y los gemelos MP Rosado. La obra del desaparecido Pepe Espaliú pone una nota de calidad en medio de toda esa antífona de voces. El grueso de los artistas, sin contar a los museados Thomas Ruff, Thomas Schütte, Andreas Slominski, Gerhard Richter, Steve McQueen, Chris Marker, Fabian Marcaccio, Mike Kelley, Alfredo Jaar, Thomas Hirschhorn o Absalon, son autores prácticamente desconocidos, de África y Asia; sus trabajos -muchos son instalaciones costosísimas y de una absoluta inhibición formal y conceptual- reproducen un imaginario de guerras, destrucción y poesía suburbana muy familiar, a la manera de los informativos televisivos. ¿La cenenización del arte?

"Mi bienal no va a ser una exhibición para entretener a nadie, no tendrá juegos, ni obras interactivas, porque estamos viviendo momentos de extrema seriedad". ¿Es la conciencia de Enwezor su propio sentimiento de culpa? Y como guinda, el lema acuñado por los colectivos artísticos de la ciudad desde su plataforma antibienal, que condensa la nulidad del fenómeno artístico y el provecho del comisario-estrella: "Biacs2. Lo de$acoged'OR".

Lo desacogedor. Escenas fantasmas en la sociedad global. II Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla, BIACS. Monasterio de la Cartuja/Reales Atarazanas. Sevilla. Del 25 de octubre al 8 de enero de 2007.

elpais.es

No hay comentarios.: