6 de mayo de 2007

Entrevista a Chus Martínez por Ángela Molina [e-barcelona desde Babelia]

"Un centro de arte es un espacio político del que no debemos prescindir"

La directora de programación de la sala Rekalde, en Bilbao, lleva más de una década asumiendo el papel de mantener a su público al día en las nuevas manifestaciones del arte contemporáneo local e internacional.

ÁNGELA MOLINA
EL PAÍS - BABELIA - 27-08-2005

"El Guggenheim obligó a redefinir la función de cada una de las instituciones que tiene la ciudad"El correo electrónico de Chus Martínez (A Coruña, 1972) es un hotmail que empieza con la palabra brillobox, una pista que indica su predilección por el arte norteamericano y, sobre todo, por la tesis del "fin del arte" elevada al cubo por Arthur C. Danto, que esta joven historiadora se planteó hace unos años como punto de arranque de su tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Barcelona. La filosofía del arte y su conexión con los llamados "estudios visuales" a cargo de los analistas culturales, los comisarios, es un tema caro para la directora de programación de la sala Rekalde de Bilbao.
Su formación transcurrió entre Alemania y Nueva York. En esta ciudad, Martínez y un compañero de estudios del Bard College convencieron al dueño de una cadena de supermercados en Long Island para que hiciera de mecenas de un centro de arte que tendría como sede una antigua escuela de billar, en el barrio de Williamsburgh. "Nos parecía interesante reconectar un arte norteamericano local, que no tiene nada que ver con el arte norteamericano que la gente recibe en Europa, con gente de otros lugares. Salió un proyecto bastante freaky". En la última Bienal de Venecia, Chus Martínez fue la comisaria del pabellón nacional de Chipre, que será la próxima sede de la Manifesta.

PREGUNTA. ¿Cómo definiría el trabajo de un comisario?

RESPUESTA. El comisariado no es una herramienta, ni una técnica, sino un metalenguaje, la conclusión a la que se puede llegar a través del conocimiento de otras disciplinas como la historia del arte, la teoría o la práctica artística, la producción y la distribución. En las universidades españolas se suscita el debate de si debemos tener masters de comisariado. Pero no se trata de salir de la universidad y aparecer como si fueras un decorador de interiores. Resulta absurdo hablar de enseñar cosas a las que se llega a través del propio trabajo y del conocimiento de las preguntas que el arte contemporáneo te plantea.

P. ¿No es una figura demasiado "imponente" dentro del trabajo del artista?

R. En un determinado momento, esa forma de trabajar, más personal, ha servido para hacer visible un trabajo y una profesión que para mucha gente era invisible. En ese sentido fue importante y cumplió una función. Pero el comisariado es un arduo trabajo de investigación y no debiera ser el resultado de un ejercicio formal de juntar obras para explicar una historia, sino el fruto del análisis de qué pasa en tu contexto inmediato y de qué manera puedes encontrar otros contextos con problemas muy similares a los tuyos. Esa conexión con lo internacional se hace desde la preocupación que está en la base del terreno en el que trabajas. Creo que el internacionalismo es algo a defender.

P. ¿Cómo definiría su proyecto para la sala Rekalde?

R. La Rekalde, que depende estrictamente de la Diputación Foral de Vizcaya, se funda en 1992. Con esto estoy diciendo que no es una sala nueva, tiene una historia y una memoria. Funciona como espacio, como sala o antesala, extensión del Museo de Bellas Artes de Bilbao para el arte contemporáneo y sigue el modelo que los ingleses llaman updating, es decir, pone a la gente al corriente de lo que está pasando fuera. Para ello incorpora en su programación nombres de la comunidad internacional que están marcando tendencias y que son pioneros, priorizando los grandes nombres con otros que también tienen un peso dentro de la comunidad local.

P. ¿Qué ocurre cuando aparece en la escena vasca el Guggenheim?

R. Pues que, en parte, obliga de una forma bastante positiva a redefinir la función que cada una de las instituciones de la ciudad debe cumplir, porque está claro que el Guggenheim es un museo que se va a dedicar al arte contemporáneo y lo va a hacer desde el mainstream, es decir, desde los grandes nombres que han marcado un determinado discurso. En los últimos tres años, Pilar Mur, la directora de la sala, y yo hemos pensado resituar no sólo la institución dentro del imaginario de la ciudad sino también lo que la institución puede hacer por la ciudad en cuanto a actividades.

P. ¿Tienen el mismo público?

R. Hay dos cuestiones, primera, de qué manera la institución puede responder a otras velocidades en una ciudad pequeña, más allá de la velocidad que te marca la exposición. Otra es qué más puedes hacer por todos aquellos que están trabajando en la comunidad artística local y a los que sin embargo no puedes responder de forma positiva, es decir, no puedes exponer la obra de todos. Me gusta muy poco hablar de públicos, porque la mayoría de las veces nos estamos refiriendo al contribuyente, a la clase media, a la que en parte legítimamente ese espacio le pertenece. Prefiero hablar de las diferentes inteligencias de grupos. Los adolescentes... es un grupo que me fascina y no sé muy bien cómo un centro de arte puede apelar a su interés; o las diferentes comunidades de inmigrantes, clases, que en muchos casos se sienten ajenas a los discursos artísticos.

P. ¿No cree que los centros de arte y museos han acabado siendo un instrumento de la clase política, más que como herramienta de construcción social? ¿Cómo desvincular un centro de la cultura del espectáculo?

R. Sí, es uno de los grandes problemas. El tejido cultural de este país ha crecido gracias a una especie de histeria de normalización, en parte debido a estas circunstancias históricas y a nuestro presente político, y a que durante los ochenta había una gran ansiedad por equipararse a Europa. Tenemos muchas estructuras que estamos manteniendo, pero no las estamos haciendo crecer ni que sean sostenibles. Un centro de arte es un espacio de libertad, un espacio político del que no podemos prescindir.

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