UN CASO PARA EL COMISARIO DE ARTE CONTEMPORÁNEO - Virginia Torrente
Texto publicado en el nº333 de febrero 2009 de la Revista de Occidente.
La Revista de Occidente me ha ofrecido la ocasión de participar en este número, y no he podido resistirme a la idea de poner por escrito las ideas que siempre me rondan en la cabeza, las dudas y principios que acosan el cerebro de un comisario de exposiciones. Quiero dejar claro que no voy a explicar nada aquí, que aprovecho la oportunidad para reflexionar sobre este trabajo enaltecido y denostado al que, por circunstancias de la vida y decisión personal, no voy a negarlo- llevo dedicados más de veinte años y como creo que no sé hacer otra cosa, a esto me dedico.
El modelo de comisario y el comisario modelo: hay muchos perfiles posibles, ninguno es el perfecto, y desde mi experiencia, habiendo pasado por unos cuantos de ellos, voy a comentarlos, a modo de relato laboral.
Mi vida profesional comenzó en una galería nada mas terminar la carrera de historia del arte, este era mi sueño hecho realidad y se cumplía un mes de septiembre tras el consabido veraneo feliz de licenciada. La galería fue mi mayor y más importante escuela laboral, y lo que allí aprendí, no ha sido superado por todos los años posteriores de trabajo. He de explicar que me remonto a finales de los ochenta: con contrato, bien pagada, con una extrañamente magnífica relación con mi jefe y un alto poder de decisión que se me otorgó rápidamente en el trabajo diario, comencé a saber de la relación con los artistas de la manera más inmediata y fulminante posible. Desde la visita al estudio a la inauguración, pasando por la elección de las obras a exponer y el planteamiento de su presentación hasta la venta (sin olvidar nunca que estábamos en un espacio comercial, claro) todos estos pasos dieron mucho de sí para aprender de todas las parcelas en la relación con el artista, y el descubrimiento de cómo el trato humano (como en cualquier otro trabajo) marca el resultado. Efectivamente, los artistas son personas que crean obras de arte, y para producirlas, un estado nervioso, alterado o crispado, no ayuda.
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Vía ::salonKritik::
16 de marzo de 2009
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